
Esta supremacía se extendió durante toda la temporada. Sólo hubo una carrera que no ganó la marca italiana por razones evidentes: Indianápolis. La tiranía de los bólidos de Milán no restó emoción a un final de año muy ajustado. Farina llegaba con sus 22 puntos como líder a la cita francesa, pero abandonaba y se veía superado por Fagioli (24) que fue segundo en Reims y Fangio (26) que se llevó la victoria.
Con el resultado de la carrera en tierras galas seguía todo abierto ya que la victoria en aquel año se premiaba con 8 puntos y conseguir la pole sumaba un punto extra más. Fangio hacía los deberes y se quitaba al primer rival al llevarse ese punto al marcar el mejor tiempo en la sesión de clasificación en Monza. Esto hacia que el argentino fuese campeón si lograba acabar 4º, hiciese lo que hiciese Farina. Fagioli ya no estaba en la lucha porque las normas de puntuación de entonces sólo sumaban los cuatro mejores resultados, y él había subido al segundo cajón del podio en cuatro ocasiones. Lo único que le valía para aumentar su posición y ser campeón pasaba por conseguir el punto extra de la pole y la victoria el domingo para sumar tres puntos más y claro, esperar a que Fangio no puntuara. Así que el domingo serían dos los Alfa Romeo que se disputarían el mundial a pocos kilómetros de su fábrica.
Fangio rompía la caja de cambios de su 158 en la vuelta 23 y se subía en el coche de Piero Taruffi. Si conseguía la victoria tendría que compartir sus puntos, pero aun así conseguiría proclamarse campeón. Aunque aquel 3 de septiembre de 1950 el destino le volvió a jugar una mala pasada: nueve vueltas después tomar los mandos del coche de Taruffi tenía que abandonar definitivamente por otro problema mecánico. Esto dejaba en bandeja el mundial para Farina. Fagioli, ya sin opciones se veía superado por el Ferrari de Ascari que sería segundo. El coche de Maranello tampoco inquietaba a un Farina que también sería campeón con esa posición. Su único rival era su propio coche, que podía llevarle a hacer historia o entregarle el título a Fangio. Después de 80 vueltas, el piloto turinés hacía historia al llevarse su único título de F1 al ganar 3 de las 6 carreras que disputó en 1950.
Un gran año para Alfa Romeo, que de haber existido el campeonato de constructores hubiese arrasado con los tres primeros coches de la clasificación con el biscione en su enseña.
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